POEMAS

 POEMAS DE PAZ


TRISTES GUERRAS

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.

Miguel Hernández



MASA

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la Tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
abrazó al primer hombre; echose a andar.

César Vallejo



LAS NUEVAS MIGRACIONES

Visitas eran antes
las migraciones de los pájaros,
crónicas y correos
traían y llevaban; mas ahora
son como las de los hombres: huyen
del asesinato en masa, buscan
comida para sus polluelos.
¿Han entrado en la historia?

José Jiménez Lozano



El precio

Matinales neblinas, tardes rojas,
doradas; noches fulgurantes,
y la llama, la nieve;
canto del cuco, aullar de perros,
silente luna, grillos, construcciones de escarcha;
el traqueteo del tren, del carro, niños,
amapolas, acianos, y desnudos
árboles de invierno entre la niebla;
los ojos y las manos de los hombres, el amor y la dulzura
de los muslos, de un cabello de plata, o de color caoba;
historias y relatos, pinturas, y una talla.
Todo esto hay que pagarlo con la muerte.
Quizás no sea tan caro.

José Jiménez Lozano



ORACIÓN

¡Oh Dios!, te lo suplico:
envía al mundo al ángel
de tu izquierda, el que es jinete
y a su paso atropella mitras y tiaras
y hace cucuruchos con las Bulas papales
para que los niños transporten leche y miel.
¡Oh, Dios! y luego envía tu otro ángel
cuyo nombre es Desolación, el que clausura
las puertas de los templos, descuelga las campanas
y enmudece las bocas y Ios cantos.
Y al fin, baja tú mismo, como sueles
con el disfraz que sueles, y arrastra nuestra gloria
por el barro y crucifica nuestros sueños.
¡Oh Dios!, yo te pido
porque no sufro verte más con túnica de Rey,
ropas de seda y entre los triunfadores.
Está como encerrado en el salón de Herodes,
el lujurioso príncipe, y ya nadie
lee tu pasión y muerte.
Como si fueras rico o hubieras desposado
a una Princesa turca, y no soporto
esta burla tan larga. Prefiero tu terrible
ángel, todos tus ángeles de muerte
y las plagas, y tu propia injusticia.

José Jiménez Lozano



CONCIERTO EN TIEMPO DE GUERRA

Pasan señoras de vestido largo
y caballeros de etiqueta
lo mismo que han pasado siempre
así en la paz como en la guerra.

El estrépito de las bombas
resuena aún bajo la tierra;
los reflectores antiaéreos
barren del cielo las estrellas.

Pero en la noche van llegando
los componentes de la orquesta
y se meten en el teatro
por alguna puerta secreta.

Empuñan sus armas de viento,
empuñan sus armas de cuerda
y no saben si están en el foso
o si están en una trinchera.

Aquilino Duque



CANCIÓN PARA ESE DÍA

He aquí que viene el tiempo de soltar palomas
en mitad de las plazas con estatua.
Van a dar nuestra hora. De un momento
a otro, sonarán campanas.

Mirad los tiernos nudos de los árboles
exhalarse visibles en la luz
recién inaugurada. Cintas leves
de nube en nube cuelgan. Y guirnaldas

sobre el pecho del cielo, palpitando,
son como el aire de la voz. Palabras
van a decirse ya. Oíd. Se escucha
rumor de pasos y batir de alas.

Jaime Gil de Biedma


DESPUÉS DE 1917

Con B. Pasternak

Un cielo envuelto en humo. Salvas. Himnos.
Discursos. Alegría. Luego
cae un telón de nieve.
Un Comité de Asuntos de la Nieve
la arroja sobre las estepas, sobre los tejados,
sobre las plazas, sobre los bosques.
Nieve roja sobre las cárceles.
Nieve gris sobre los despachos.
Nieve negra sobre las fosas.
Pogrom. Quinquenios. Firmas.
Ejecuciones. Nieve, nieve.
Las ventanas del Palacio de Invierno están rotas.
Las ventanas de tu dacha en el campo están cerradas.
Con sigilo tu pluma camina en un papel
que otros quisieron nieve para borrar las huellas.
Tu silencio es inmenso
y ocupa el cielo entero de tu estepa.
Sentencias. Balas. Nieve, nieve.
Pero la historia, el viento, es de Dios y los hombres.
Cruzaste la tormenta de ludibrio
con la mano tendida
por llegar al banquete de los años futuros.

José Julio Cabanillas
Paz para los crepúsculos que vienen

Paz para los crepúsculos que vienen,
paz para el puente, paz para el vino,
paz para las letras que me buscan
y que en mi sangre suben enredando
el viejo canto con tierra y amores,
paz para la ciudad en la mañana
cuando despierta el pan, paz para el río
Mississippi, río de las raíces:
paz para la camisa de mi hermano,
paz en el libro como un sello de aire,
paz para el gran koljós de Kíev,
paz para las cenizas de estos muertos
y de estos otros muertos, paz para el hierro
negro de Brooklyn, paz para el cartero
de casa en casa como el día,
paz para el coreógrafo que grita
con un embudo a las enredaderas,
paz para mi mano derecha,
que sólo quiere escribir Rosario:
paz para el boliviano secreto
como una piedra de estaño, paz
para que tú te cases, paz para todos
los aserraderos de Bío Bío,
paz para el corazón desgarrado
de España guerrillera:
paz para el pequeño Museo de Wyoming
en donde lo más dulce
es una almohada con un corazón bordado,
paz para el panadero y sus amores
y paz para la harina: paz
para todo el trigo que debe nacer,
para todo el amor que buscará follaje,
paz para todos los que viven: paz
para todas las tierras y las aguas.
Yo aquí me despido, vuelvo

a mi casa, en mis sueños,
vuelvo a la Patagonia en donde
el viento golpea los establos
y salpica hielo el Océano.
Soy nada más que un poeta: os amo a todos,
ando errante por el mundo que amo:
en mi patria encarcelan mineros
y los soldados mandan a los jueces.
Pero yo amo hasta las raíces
de mi pequeño país frío.
Si tuviera que morir mil veces
allí quiero morir:
si tuviera que nacer mil veces
allí quiero nacer,
cerca de la araucaria salvaje,
del vendaval del viento sur,
de las campanas recién compradas.
Que nadie piense en mí.
Pensemos en toda la tierra,
golpeando con amor en la mesa.
No quiero que vuelva la sangre
a empapar el pan, los frijoles,
la música: quiero que venga
conmigo el minero, la niña,
el abogado, el marinero,
el fabricante de muñecas,
que entremos al cine y salgamos
a beber el vino más rojo.

Yo no vengo a resolver nada.

Yo vine aquí para cantar
y para que cantes conmigo.

Pablo Neruda


HERMOSURA EN LA GUERRA

Primavera, verdeces
poderosa y suave
y el espacio se llena
de presencias que abren.

Tiempo viejo, tu mano
con que fuerza se agita;
vuelve el sol, vuelve todo,
vuelven, sí, golondrinas.

¿Quién empuja tus dedos,
quién agranda tus hojas,
quién te sube a nosotros,
primavera gozosa?

¿Quién te presta esa fuerza?
¿Hay un dios solamente;
solo un brazo declara:
esto vida, esto muerte?

Y morir no es rompernos,
es lo fiel, lo acabado,
es el pulso cumplido,
es amor, es abrazo.

Mas ahora no hay besos.
Hoy la muerte no mata,
nos destroza tan solo,
no termina, desgarra.

Si morimos no es muerte,
si vivimos no es vida,
solo tú, primavera,
sigues fiel a ti misma.

Tanta guerra en nosotros
mientras tú reverdeces.
Ya no sé si consuelas,
hermosura, o nos dueles.

Ramón Gaya

CABRIEL

De pronto, puente o piedra, la luz, la paz en mí.
Y este río que fluye a mi través
de una manera limpia, primera, poderosa.

Una gota de agua cae de mi frente a mi sombra
como si fuese llanto. Es maravilla,
alimento callado, para siempre.

Falta la fe en lo humano, pero aún
es posible nadar, reír desnudos,
tumbarse al sol, comer moras maduras
y dejarse llevar por la corriente
como por lo que amamos, y tomar
lección de transparencia de estas aguas.

Si supiese olvidarme del pronombre
de primera persona, sería nada más
un destello de luz en las ramas de un chopo,
un ramo de rumor, una libélula,
una dicha sencilla, sin palabras,
la luz a mi través, la paz en mí.

De pronto, puente o piedra, luz yo mismo.

Juan Vicente Piqueras

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